viernes, 19 de diciembre de 2008

La semilla - Iván Olmedo


El flamante ganador del concurso de microrrelatos demostró ciertas dosis de inteligencia cuando, obligado a leer su premiada obra ante el público presente, se apoyó en la mesa más cercana, evitando sostener ante sus ojos la cuartilla que, sin duda, su pulso extraviado haría temblar. Imposible le resultaba retener las gotas de sudor que brotaban de los poros de sus sienes, ni aplacar un cierto temblorcillo en el tono de voz. Mas tenía confianza en que aquellos signos mínimos serían tomados por mera timidez de hombre de letras. Pero la cuartilla no. La cuartilla trémula y traidora sin duda lo acusaría. Y aunque fuera poco menos que imposible que alguno de aquellos que lo miraba con cierta indiferencia llegase a imaginar siquiera parte de su secreto, no había logrado aún quitarse de la conciencia (nueve concursos y nueve triunfos fulminantes después) el peso de Manuel, el deficiente balbuceante que permanecía encerrado en un sótano no muy lejano, encadenado a una distancia segura de la grabadora que su padre mantenía encendida día y noche, presta a captar las palabras entrecortadas, dotadas de un sentido irreal, de aquello que fabulaba el imbécil y que, traspasadas al papel, estaban convirtiendo al antaño fracasado autor en un maduro genio de la literatura comprimida. 

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