Toda la noche, toda, mientras tu cuerpo palpita junto al mío redibujo en recuerdos a mi viejo imaginalamigo y repezfum.
Como todos los críos, los de antaño y hogaño, tuve un cómplice fiel y nos veíamos diario; nunca podré olvidar al gran pezfum, mi amigo imaginario.
Era nativo de las catacumbas, o al menos eso dijo. Sus ojos eran diez y de su risa aún conservo este par de diamantes y mi sombra postiza.
Mi padrino Sextercius quiso que me olvidara de él. Me compró un farinós, luego un cerdo petiso y un par de cucarachas bizcas que secuestró del piso.
Pero nada logró que nuestra fiel unión resquebrajara, ni siquiera un adobe domado ni libélula elevada al cuadrado. Jugamos siempre juntos. Reñíamos por momentos, pero siempre volvíamos a surfear en las olas de fuego que surgían de su trompa.
Toda la noche, toda, mientras tu cuerpo palpita junto al mío recuerdo al gran imaginalamigo y repezfum que fuiste y agradezco al Altísimo que te volviera esta hermosa mujer en que te convertiste.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario