—¿Cuánto esta dispuesta a pagar?
La pregunta la torturaba. Le repugnaba estar tratando aquel tema con ese tipo. Pero no tenía opción.
—Veinte mil…
—¿Veinte mil? ¿Sólo eso? Debe estar bromeando señora. Nadie hace este trabajo por veinte mil—el tipo parecía un vendedor de seguros.
—Diga usted la cifra.
—Doscientos mil…
—¿Cuánto? ¡Usted está loco!
La miró de una manera similar al de una araña antes atacar a una pobre mosca atrapada en su red.
—Mire señora, esto no es un trabajo común y corriente. Primero el factor tiempo. Su hijo no puede perder más, está en el límite. Por otra parte es un tema de confidencialidad. Nosotros somos altamente profesionales. Jamás nadie va a poder involucrarla con esta… ¿cómo podríamos decir?... operación comercial. Además le brindamos toda la logística apropiada.
—Eso ya lo sé. La persona que me lo recomendó me dijo que ustedes se ocupan de todo, sobre este tipo de operación. Pero… doscientos mil es mucho.
—Señora, por último, es una cuestión de mercado. A menor oferta mayores precios. Las personas tienen dos pulmones. Dos riñones. Si ese fuera el caso el costo sería menor. Pero tienen un solo corazón. Eso eleva el precio para conseguir el donante apropiado.
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