martes, 9 de diciembre de 2008

El misterio del cuarto cerrado - Ricardo Juan Benítez


Nadie había podido entrar, eso era un hecho. 
Puertas y ventanas estaban cerradas con doble traba. Apenas una mínima hendija para que entre el aire. Todo estaba tal y cual como cuándo habían partido de vacaciones. Ningún signo de violencia ni nada revuelto. Excepto aquellos dos cuerpos sin vida cubiertos de vidrios rotos. Yacían fríos y desnudos sobre el alfombrado. Despedían cierto hedor penetrante.  Lucían descoloridos.
¿Algún ataque? Pero ¿por dónde entraron y salieron? 
Tal vez un accidente. Pero ¿de qué clase? 
Todavía estaba consternado por el hallazgo. Aún más los niños.
Entonces halló la respuesta. En ese preciso instante pasó por las vías que bordeaban el jardín de su casa el rápido de las cuatro de la tarde. La vibración se sentía en las paredes de la casa. En el mobiliario y los utensilios en las alacenas. Eran solo unos minutos pero todo se movía. 
Tal vez si hubiera puesto el mantel de hilo sobre la mesa de roble. O la pecera más lejos del borde.

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