martes, 9 de diciembre de 2008

Ser de luces - Saurio


Calores cada vez más persistentes se adhieren al asfalto como larvas de algún chicle imposible transformando el laberinto de tumbas en espejismos sin desierto y el Muerto Paradigmático que fuma y sonríe desde el bronce mientras recibe la devoción de miles de fieles que lo han transformado en un santo o algo así, todo en conjunción con la efigie de una anciana milagrera que metros en diagonal más allá contempla desde lo alto como sus devotos compiten en arrojarle ramos de claveles y rosas, en un silencio que ensordece y una luz dominguera que endurece los grises y ajeniza los rituales de agradecimiento por los favores recibidos, como si embocar flores o encender cigarrillos a estatuas entornase siquiera las puertas del Paraíso o al menos detuviese las zozobras de lo cotidiano, y sentirse entonces un intruso entre iniciados, alguien que mira desde lejos y con sorna, con la ignorancia que da el conocimiento, preguntando lo obvio y sin respuesta bajo brillos filosos y temperaturas babosas.
Intentar siquiera poder conjeturar fragmentos infinitesimales de los pensamientos de quienes se acercan chuecos desde el crematorio tan sólo para depositar la palma de una mano sobre el bronce y persignarse con la otra o exclamar plegarias improvisadas y en este intento ser atrapado por apasionados que pese a ver una cámara de video siguen convencidos que uno es un periodista radial, escuchar diatribas sobre traiciones culturales y tiempos pasados que fueron mejores o por lo menos no tan peores, recibir estampitas de un gordo sudado que quizás lo insulta a uno en clave y que denomina al ídolo fatídico un “ser de luces”, para terminar siendo víctima de un tour caótico por tumbas célebres llevado de la mano por una anciana que relata con la certeza que le da la fe milagros realizados tras la muerte por aquellos que la historiografía oficial sólo recuerda como cantores o poetas, y entonces adquirir repentinamente una iluminación que permite comprender por fin que no miente aquella adolescente cuando afirma haber llorado de pena cuando tenía dos años al ver la foto del Muerto en la portada de un disco y que eso la llevó a descubrir que ella era la encarnación de aquella noviecita que Él dejase en el Abasto cuando partió a seducir a Madame Yvonne, ni que exageran o rozan el morbo quienes afirman haber sobornado cuidadores para ingresar nocturnos en la cripta y llevarse un trozo de mortaja o un diente suelto o una falange, y tras esta iluminación salir a afirmar, con la furia de un profeta, que es verdad tanto su fallecimiento en el accidente aéreo como que aún hoy está vivo, oculto en alguna parte de algún país limítrofe, centenario, deforme y sin mandíbula, sentado a la diestra de Dios Padre Todopoderoso, tomando mates celestiales con próceres y futbolistas, ganando siempre en un hipódromo de ultratumba y que pasa su eternidad repitiéndose como un mantra, para nunca olvidarlo, que él cada día canta mejor.

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