viernes, 12 de diciembre de 2008

Drummer 2 - Héctor Ranea


Syd Drummer manejaba la nave con la calma de un baterista experimentado. Todas las jornadas de trabajo las separaba con un solo de batería durante los cuales aceleraba su nave. Algunas veces sonaba solos de Krupa, Di Ciocca, Bonham, Shriever, Ábalos, Giles pero, siempre que podía, tocaba el solo Moby Dick, cantando las partes vocales como si fuera otra persona. Esos finales de jornada la nave aceleraba más. Alguna vez, en la consola de comando en Tierra lograron escucharlo sonar y sintieron cómo navegaba su colega, meditabundo, al comando de su enorme batería.
Llevaba diez años de retiro del trabajo de camionero por la Patagonia a la que había llegado por un motivo familiar, ya que descendía de Sundance, llamado el Kid. Por una cosa u otra había llegado a ser comandante del primer viaje a Júpiter, emulando al tripulante Bowman de la Discovery de ficción. Pero esta vez todo sería diferente. La supercomputadora no venía equipada con inteligencia artificial y toda ella estaba en el cerebro de Drummer. Y por eso estaba tan orgulloso además de solo.
La nave cargaba un combustible especial que apenas se consumía en breves intervalos de trabajo, el resto era la energía liberada por Drummer durante sus sesiones de batería.
En Tierra, treinta minutos después de haber sido emitidos, los solos de batería se grababan y vendían como pan caliente, con lo que los sabihondos que habían puesto a Drummer en viaje a Júpiter solventaban parte de los gastos del envío.
Era muy importante que la Rosaura, la nave de Syd, llegara a Júpiter antes del majestuoso evento que ocurriría, principalmente, en la atmósfera del gigante.
En una sesión por demás energizante, Syd rompió el platillo mayor, el crash de veintidós pulgadas, Batuque, según lo llamaba el piloto. Como había previsto esta situación, buscó un repuesto en los almacenes de la nave pero no lo halló. En Tierra no sabían decirle qué podría haber sucedido y más bien se inclinaban por pensar que Drummer estaba mal de la cabeza y no veía el enorme container con ésos y otros repuestos esenciales más.
Syd dio el bulto por perdido y siguió ejecutando sus solos, pero el sonido de Batuque no era el mismo y debía suplirlo con más energía puesta sobre el plato de veinte, pero eso podía terminar rompiéndolo, lo que hubiera sido peor que la condición inicial. Ese compromiso lo hacía ejecutar con ciertas ansias y la aceleración de la nave se resentía. 
El viajero no había salido del cinturón de asteroides y ya tenía un problema. Y grave. En Júpiter las cosas sucederían a pesar de que él no llegara. Los equipos robot de las Agencias Espaciales de mayor envergadura ya estaban colocándose en la vertical de la pequeña tormenta, donde la colisión tendría lugar. 
Mientras tanto, en el Rosaura, todas las veces que las diez de la noche sonaban en el reloj de péndulo, Drummer se convertía en Bonham, en Walker y aceleraba la nave concentrado como Sidharta ante el Universo congelado en una pausa de estrellas.

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