miércoles, 8 de octubre de 2008

Salto a la nada - Francisco Costantini


Hoy tengo miedo, no a la muerte misma, 
sino a la manera de encontrarla.
José María Arguedas

Supongamos que podemos otorgar valor numérico a las cosas que hacemos en nuestra vida. Supongamos, también, que con el pasar de los años vamos sumando, multiplicando, a veces restando, incluso dividiendo. Supongamos que se puede acumular tanto como la imaginación sea capaz de concebir. 
Hasta aquí las conjeturas. 
Ahora, las certezas. 
Al llegar al final, tendremos que multiplicar la cantidad reunida, poca o mucha, por un único factor: cero. En otras palabras: la Nada, el resultado final al que conduce nuestra existencia. No importa qué hermosa o penosa haya sido, lo mismo da. 
Pensado en esto subo por las escaleras hasta la terraza. Me aproximo al borde y contemplo el precipicio. Si todo lo que haga en mi vida me llevará inexorablemente a nada, ¿para qué postergar el desenlace?
Sin más preámbulo salto y comienzo a caer. Lentamente, la sensación de vacío abandona mi estómago. El aire acaricia mi rostro, sacude mis cabellos. Los ojos lagrimean un poco, al principio. No creí que el edificio fuera tan alto. Las ventanas de los departamentos se suceden, veloces. El asfalto, allá abajo, parece inalcanzable. Perplejo, consigo mirar hacia arriba; la terraza ya no se distingue. Entonces, comprendo que jamás terminaré de caer, nunca moriré. O tal vez la muerte sea esto. Qué horror. Si es así, jamás me abrazará la Nada, nunca me arrastrará al vacío en que habita.  
Preferiría estar vivo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buenisimo cabezón