Un gemido casi gutural se le atascaba en la garganta cuando ella le mordía el cuello. Eran vampiros estrenando su nueva vida. Eran días de ser noches y noches enteras de amarse sin pudor. El amor de los dos no se terminaba ni con la muerte y, ahora, hechos espíritus el diablo los cobijaba bajo su cola.
La magia del alma los retorcía en desenfrenadas orgías con otros que estaban en igual condición. Nubes de colores se les aparecían en cada mordida, en cada orgasmo.
Opacaban sus ojos sin vida los amaneceres, las constantes muertes de sus amantes, el tormento de estar solos, la angustia de no sentir ya el sol sobre sus torsos desnudos, la certeza de los perpetuos finales dentro suyo.
Una noche, los descubrió lúcidos de sangre, trastocados de placer y los confundió con la bruma incipiente de un nuevo morir. Otra vez juntos. Con la ruptura de la rutina, para probar otra forma de amarse más todavía.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario