—Me gusta esa holopantalla portátil. ¿Cree que podré pagarla?
—Ha hecho una buena elección, señorita. Es uno de los modelos más vendidos en su segmento de edad. Veamos que nos dice el análisis crediticio —dijo el vendedor pasando el neuroescáner por la nuca de la joven de dieciséis años que lucía un piercing en el párpado. Desde que el patrón dinero había sido sustituido por el patrón conocimiento, el pago con neuronas para chips orgánicos se había convertido en el medio habitual de hacer transacciones.
—Un poco justo. La capacidad regenerativa está en el límite legal. No sé si debo. Tal vez afecte a su potencialidad intelectual —comentó el vendedor mirando las estadísticas en la pequeña caja del neuroescáner.
—¿Bromea? ¿Y por un 'tal vez' perderme esta fabulosa pantalla? Déjese de tonterías y haga la microcirugía. No se preocupe por mis capacidades intelectuales que no voy a ir a la universidad, ni voy a crear ninguna puñetera teoría de la relatividad.
—Como dice mi jefe, el cliente siempre tiene razón...
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