jueves, 4 de septiembre de 2008

El hombre que perdió su brocha de marta - Ramón Gómez de la Serna


Cuando llegó a Madrid de vuelta de Berlín, abrió la maleta y se encontró con que le faltaba su brocha de pelo de marta.
Inquieto, desolado, paseando de un lado a otro de la habitación, saltándose las butacas, comprendió que aquella brocha de marta era como una de esas esposas muy pequeñitas, con las que a veces suelen casarse los hombres.
Todas las brochas de las perfumerías se le ofrecían como las mujeres al viudo reciente. A todas las despreciaba porque sabía por experiencia de otros olvidos, que ninguna sustituiría a la brocha pequeñita y verdadera, la única que no despeluchaba, la única fiel en guardar su pelo para todas las afeitaciones, la única que le superviviría y le cuidaría hasta el final de su vida.
Rehizo la maleta y salió para Berlín en el tren de la noche dispuesto a encontrar su brocha de marta.

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