martes, 9 de septiembre de 2008

All the decisions are fake. All loves are true, you just have to believe in them - Libia Brenda Castro


No podré bajar del avión una vez que haya despegado. Este viaje, lo sé, es la puerta que se cierra detrás y sólo deja la opción de un pasillo largo, en penumbra. Lo último que recuerdo es que ella tenía el pelo sobre la cara y los ojos brillantes. No lloró, nunca lloraba. Yo apretaba con tanta fuerza el asa de mi maleta que tenía la mano blanca. Ella sólo me miraba, como se mira a alguien que ya está muerto, pero todavía conserva las facciones acomodadas a lo que era en vida. Estuve a punto de tenderle la mano, pero me repugnó la idea. Ella se alzó sobre la punta de los pies, con gracia, y me besó en la mejilla, apenas un roce.
Luego hizo un gesto con la mano: adelante. Yo tosí, sentí un poco de náusea y abrí la maleta. Acomodé todo sobre la mesa, cuando tomé el primer cincel ella ya se había empezado a quitar el suéter. Después de acomodar los instrumentos y de verla desnuda, como a través de humo, comencé el trabajo: pulcro, pausado, con un infinito dolor.
Sé que estaría orgullosa: cada pieza fue desmontada con cuidado y paciencia. El dolor, por fortuna, quedó fuera de la ecuación cuando la convencí de que sería más conveniente un sedante fuerte, una droga poderosa. La carne fue consumida, con todo el ritual convenido.
Ahora llevo cada articulación envuelta en paño rojo, según sus deseos, marcaré cada lugar que visite dejando, con mucho cuidado, de nuevo con mucho dolor, una pequeña parte de su cuerpo. No quiero recordarla desnuda ni en pedazos, prefiero quedarme con su última imagen, mientras todavía respiraba, mientras aún existía la posibilidad, aun lejana, aun pequeña, de que hubiera marcha atrás en este viaje sin retorno.

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