Iba camino al encuentro, después de todo, alguna vez hay que intentar ser más sociable. Todos aprendemos de todos. Me hablaron muy bien de este grupo, se respetan, se comprenden, se ayudan, ergo, ha de ser un grupo creativo distendido y no competitivo, pensaba mientras esquivaba las hojas de los árboles caídas sobre la acera. En verdad; ella goza de un cierto grado de timidez rayano con la ridiculez o tal vez es la torpeza quien la coloca siempre en absurdas situaciones. El caso es que al traspasar el umbral de la pequeña sala donde estaba previsto el primer encuentro de escritores, el tacón de su zapato quedó enganchado en el escalón o mejor dicho en la insensatez. Se desplomó a lo largo de la puerta ante la presencia de los que allí estaban. Alzó la testa y alcanzó a ver un cartel colgado sobre la puerta de acceso. Lo leyó y los ojos parecieron girar como la niña del exorcista, se alzó como pudo y huyó de allí. Esto de catalogar a la gente nunca me ha gustado. Menos que menos me gusta que me digan en qué lugar he de estar. Nononono. Jaj; menos mal que a pesar del golpe pude leer el metamensaje del cartel, se dirá metamensaje? O ha de ser un submensaje, bueno como sea lo víiiii.y decía bien clarito “Quien adelante no mira, atrás se queda.” No seré una adelantada, pero mi abuela siempre decía: “para muestra alcanza un botón”…
Sobre la autora:
Ana María Caliyuri
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