sábado, 18 de enero de 2014

El arcipreste de Titán en Navidad – Daniel Alcoba


Solsticio marciano de diciembre de 2073. En Little Los Ángeles, la iglesia del Cristo Cósmico que agrupa a los colonos marcianos, actualiza los misterios del Evangelio Para Cuántico al cierre de cada año.
Los angelitos pensaban sacrificar la octobibúfala jupiterina que criaron el último año, para transmutarla en una docena de platos asados y otros tantos guisados, en la comilona cósmica que comenzaba a medianoche del 24 de diciembre y acababa en la media noche del día siguiente.
La víctima del sacrificio era una vaca gigantesca de ocho patas y dos cabezas procedente de las praderas jupiterinas, llamada Renata, porque no paraba de cantar arias de Verdi, Puccini o Mozart, en suaves dúos de soprano y contralto.
Además de atesorar masa muscular y tejido adiposo (oleína, margarina, estearina), Renata también guardó amor, afecto de Los Angelitos, que fue como acabó llamándose la colonia… Y había aprendido a conversar con los seres humanos, ayudar en las labores agrícolas, jugar a la rayuela, cantar dúos de opera con auténtico arte e incluso zapatear de maravillas cuartetos de malambo.
El cocinero mayor era productivista. Calculaba que las setenta y cinco mil milanesas y otros tantos bifes, más los dos kilómetros y medio de tiras de asado que sacarían de Renata, permitiría a la comunidad construir un polideportivo con piscina climatizada y sauna.
Renata, que era además una criatura muy buena, fue al matadero de buena gana cuando las cuentas del cocinero mayor convencieron a las bases populares reunidas en asamblea, de que el Polideportivo los Angelitos era más útil que la vida de Renata, y el ejercicio del sentimentalismo, o el amor a las mascotas, menos interesante que una piscina olímpica y un gimnasio.
En el momento en que las dos mazas eléctricas del matarife estaban a punto de descargarse sobre las dos cabezas de Renata se oyó una voz inhumana:
–¡Parad, insensatos! Antes de consumar semejante asesinato probad estos bocados que os envía Nehuén Tronkbear Chambre, que es el Arcipreste de Titán.

Los monjes y monjas de la orden titánica repartieron milanesas napolitanas de seitán argentino (gluten de trigo, harina de avena, harina de centeno, germen de trigo), croquetas de proteína texturizada de soja producida en La Pampa, canapés vegetarianos…
En esa maravillosa cena de Nochebuena-Navidad, a los postres, Renata, inspirada, improvisó el dúo para tenor y soprano El matarife y yo, y con esa canción se convirtió en la 1ª Prima Dona del Sistema Solar, y la gran atracción de Los Angelitos, donde ofrecía un recital cada noche, invariablemente dedicado a la comunidad de la Iglesia del Cristo Cósmico que ejecutó la renovación anual de su Evangelio Para y Meta Cuántico convirtiéndose al veganismo y consagrando leche de almendras en la Eucaristía mezclada con el agua y el vino, al tiempo que la indultaba, con el doble martillo de Damocles sobre sus dos cabezas. A partir de entonces, esa estampa fue el icono oficial de la Orden de los Titánicos Interplanetarios, que difundieron el veganismo por toda la galaxia y el canto lírico en las ganaderías jupiterinas.

Acerca del autor:
Daniel Alcoba

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