—Todos los experimentos realizados —dijo Kirb— llevan a una
triste conclusión. Los microorganismos irradiados han alcanzado un estado de
crecimiento desmedido y azaroso, lo que los ha llevado a producir órganos
sensoriales cuyas funciones no podemos siquiera imaginar.
—Eso ocurre, como siempre —argumentó Yaz— porque ustedes,
los científicos, juegan a ser Dios.
—Los resultados catastróficos son obra de Dios; nosotros
solo hacemos lo que manda el instinto.
—¡Qué ingeniosa coartada! Pero no le va a servir, Kirb.
Usted ha enrojecido el mundo, ha convertido la brújula de las creencias en caos
y ha logrado que sobre el hirviente
techo de este refugio hayan comenzado a movilizarse los bigmost.
—Querido Yaz, los bigmost son hijos de la oscuridad. Jamás
podrán descifrar el entorno. Son sólo energía vítrea de calidad monótona. No
constituyen un peligro cierto.
—Necesito saber más sobre los otismutis. ¿Cuál es la
condición de esos órganos que en algún tiempo sirvieron para percibir los
sonidos?
—Ellos son nuestros híbridos rebeldes. De algún modo hay que
escapar del canto de las sirenas. Es hora de conquistar la Tierra…
—Dios no quiere más sangre derramada.
—Dios es etéreo, Yaz, y los terrícolas están hechos a Su imagen
y semejanza.Acerca de los autores:
Ana Caliyuri
Sergio Gaut vel Hartman
No hay comentarios.:
Publicar un comentario