La tormenta estaba sobre Grego, y al muchacho no le hacía una pizca de gracia tener que soportar un diluvio de agua hirviendo. Si bien los equipos de la nave han sido diseñados para soportar altas temperaturas, reflexionó, no creo que pueda sobrevivir a una inundación de esas características. Pero si en verdad se trata de una tormenta debería oír los truenos, ¿no es cierto? En ese caso tendré tiempo para alcanzar la cima de la colina.
—Imposible —dijo una voz turbia y taimada sonando dentro de su cabeza—, como está cerca de los mil grados, el agua es gas a presión.
¡Maldición!, pensó Grego. Cuando la montaña se desmorone impactada por un meteorito, los instrumentos colpsarán y la nave saldrá disparada hacia el infinito por efecto de la fisión nuclear; todo el planeta estallará en nanopartículas y quedaré envuelto por una nube de metales, azufre, polvo celestial y partículas iridiscentes. Viajaré a la velocidad de la luz, me fagocitará un agujero negro y será mi fin.
Sintió que cesaba todo movimiento. Abrió los ojos. Estaba en la cima de la montaña rusa.
Acerca de los autores:
María Ester Correa Dutari
Sergio Gaut vel Hartman
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