Salgo afuera porque no aguanto más el encierro. Las llaves me parecen cuerpos extraños, como maquinas frías y ajenas. Les tengo miedo. Cierro y las olvido en un bolsillo de la campera. Decido ir a lo de un amigo y a la mitad del trayecto me doy cuenta de que no es más mi amigo; si lo fue, hoy quedan los restos. Freno para prender un Benson y hago como que me olvido algo metiendo las manos en los bolsillos. Pego media vuelta. Sé que los intereses ya no son los mismos: hay vestigios de oscuridad y no le encuentro asidero a la incongruencia. Termino metido en un café o en alguna librería. Después de hablar con la empleada cuestiono qué clase de persona escribe un libro junto a una desconocida. En primera instancia es confuso y hasta parece una hazaña literaria, pero no lo es. Es algo más. Es un desafío disfrazado. Pongo los puchos y el llavero sobre la mesa como si fuesen un trofeo: el recuerdo constante de la derrota del miedo. El mundo irreal que te devora. Los dos cuerpos extraños, las dos piernas del monstruo.
Acerca del autor:
Cristian Cano
2 comentarios:
¡Me encantó!
Nélida. Este texto está orientado enfocado en otro que salió publicado en la revista QU literatura. Se llama El regodeo del Señor Lagunsa. Es un personaje que me gusta. Siempre aparece.
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