martes, 8 de octubre de 2013

Hasta que la vida nos separe - Isabel María González


Aquel día amaneció sin vida. Ya en el tanatorio velaba angustiada su propia muerte y no la consolaba el hecho de seguir respirando, como todos los que la querían ...se empeñaban en hacerle creer. Te acompaño en el sentimiento, ahora hay que ser fuerte, la vida sigue, piensa que al menos ya no sufres, por fin descansarás en paz, es mejor así, los últimos meses han sido muy duros, ánimo Lucía, hija, ahora a mirar "pa lante"; mami, pasa página que estamos todos contigo, dame un abrazo hermanuchi, tita no llores... y así una tras otra resonaban aquellas frases de ánimo que se perdían en el ambiente lacrimógeno de la sala sin que ella recibiese ninguna. Permanecía de pie apoyada en el féretro sin poder quitar la vista de aquella mujer hermosa que aún conservaba el gesto de enamorada en sus labios.
En la sala contigua, Arturo, de pie junto a su féretro lloraba también desconsoladamente. Tampoco a él le compensaban las palabras de ánimo de los demás. A las once en punto dos misas daban el último adiós a los finados. Ambos séquitos se cruzaron cuando se dirigían hacia el lugar que ocuparían para siempre en aquel particular cementerio de amores imposibles. Lucía y Arturo cruzaron un momento sus miradas húmedas y tristes en un último gesto secreto de complicidad.

Sobre la autora:  Isabel María González

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