—Urano es uno de los ángeles rebeldes que descuidaron su trabajo como guardias de tránsito de Vía Lactea —dijo un tipo calvo que se había sentado junto a Vandálico sin que este lo advirtiera. El calvo estaba limpiando una SIG Sauer P226—. Con esta, así como la ve —agregó dándole una palmadita afectuosa al arma— evitaré que salvajes como ese invadan la Tierra, seduzcan mujeres y refuercen nuestra hipocondría.
—¿Puedo saber quién es usted y de qué habla? —dijo Vandálico; nunca le había gustado jugar con pistolas—. ¿Cómo pretende herir con una pistola de pólvora plomo y acero a un ángel estelar? En primer lugar el tamaño es inconmensurable con el de un hombre.
—Tanto más fácil para no fallar los tiros... —respondió el otro. Había química. No estaban lejos de tomarse una sopa de pastillas (Desvenlafaxina, Nefazodona, Escitalopram y Trazodona) cuando Urano los sorprendió y engulló a los dos juntos, masticándolos apenas.
Acerca de los autores:
Daniel Alcoba
Sergio Gaut vel Hartman
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