Las primeras luces del día se desperezaron ante sus ojos, salir de la noche era algo así como un parto, dejar la oscuridad atravesar dos planos para encontrar un hálito de vida; era difícil si hasta le costaba respirar; trató de ordenar ideas y pensamientos, le fue casi imposible entonces optó por recordar la última noche.
Comió muy liviano su estómago estaba algo inquieto, se fue a la cama, y se durmió con un sueño tan frágil como papel de arroz, al poco tiempo tuvo que levantarse al baño, nada conseguía quedarse en su cuerpo y fueron varios los paseos de la cama al baño y viceversa, le parecía estar acompañada; extraños personajes le hablaban, hacían ruido,se reían, a veces uno o dos, a veces muchos, estaba extenuada, con mucha sed y con la sensación de entrar y salir continuamente ¿de dónde? ¿Para qué? ¿Por qué? Preguntas sin respuestas.
Y llegó el alba; él, que durmió toda la noche a su lado nunca se enteró de nada, se fue a trabajar como todos los días; ella se quedó adormilada acompañada de sus duendes algo opacados por la situación.
Fueron ellos los que la obligaron a dejar la cama y prepararse un té que desde luego no se quedó en su estómago.
Y ellos también la ayudaron a pedir ayuda ante la inminencia de un trágico desenlace “llamen a un medico, me siento muy mal” dijo; no sabe como la bajaron de su casa cerca del cielo; lo último que escuchó antes de la sirena de la ambulancia que se la llevaba, fue la voz de la doctora diciendo “hay que internarla; esta desnutrida y deshidratada”, ahora su vida estaba en manos de otros, su carga se hizo mas liviana.
Las luces del día golpearon con fuerzas sus párpados, una nueva etapa estaba naciendo, ya no tenía que pensar ni recordar nada solo dejarse llevar, la salida estaba cerca.
Acerca de la autora:
Paula Duncan
No hay comentarios.:
Publicar un comentario