Aprendiste a rumiar palabras por necesidad, por miedo a que te escucharan y pagaras las consecuencias; desde muy temprano, el silencio que pegaste a tu flanco es tu mejor aliado. Aunque no lo has visto en kilómetros a la redonda, sabes que el mítico asesino apodado el Escalpelo de la Muerte no nació de las páginas de un libro, de la imaginación de los trasnochados que frecuentan los bares de la periferia de la ciudad, tampoco del recelo de las prostitutas sin nombre que pinchan con las agujas de sus zapatillas calles desoladas. Hay veces que no puedes dar un paso sin sentir su paso flexible junto al tuyo; su respiración fría y acelerada erizando la pelusa de tu cuello… Por más deprisa que te vuelvas, él escapa entre las sombras, pero te deja encima su miedo; sabes está por ahí con los ojos bien abiertos y las orejas levantadas, que nunca se cansa, que duerme de pie como caballo de lechero, y que cuántas veces el nuevo día cercene su cabeza, la noche siguiente la multiplicará como la hidra. No importa adónde vayas, ni de qué tamaño ni cuánto sea tu miedo, el asesino eres tú y estás en todos lados.
Acerca del autor: José Manuel Ortiz Soto
2 comentarios:
Genial la lírica y la tensión que maneja todo el relato.
Miguelángel: ¿cuántas veces no soñamos con situaciones parecidas? Al grado que al despertar nos preguntamos si no somos nosotros ese personaje que tanto miedo nos infunde.
Va un abrazo.
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