jueves, 5 de julio de 2012

Los ficcionales – Carlos Enrique Saldivar


Eva Luna caminaba por los inmensos sembríos. Un largo viaje de sur a norte. A medida que recorría barrios, pueblos y ciudades, compartía con los demás asombrosas aventuras llenas de emoción, acción y romance. Los niños, los adolescentes y los adultos quedaban embelesados por las historias que la elocuente joven narraba. La invitaban seguido a quedarse a vivir con ellos, al menos un mes, una semana, dos días. Ella siempre descansaba una noche en cada lugar que visitaba y al amanecer partía rauda hacia su destino. Deseaba llegar pronto a Perú, el País de las Maravillas. Era un lugar siniestro, se decía que los cuentacuentos que lo visitaban nunca volvían y que la gente que allí vivía no gustaba de leer libros, ni tan siquiera escuchar narraciones de amor, encanto o fantasía. Adoraban la violencia y los relatos reales sobre muerte y destrucción. Eva se había deprimido cuando escuchara hacía tiempo los rumores sobre aquel país, pero al instante surgió un gran ánimo en su interior. Haría la diferencia, enamoraría a los habitantes de aquella tierra oscura.
Estaba a unos metros de su objetivo. Se veía un enorme letrero que decía:

BIENVENIDO A PERÚ, PAÍS DE LAS MARAVILLAS

Eva avanzaba, empero se tropezó con un curioso caballero andante, el cual montaba un corcel igual de flaco y viejo que él. La muchacha se sintió confundida, el personaje le parecía conocido, ¿pero de dónde?
—¡ Buenos días, hermosa doncella! ¿Qué hacéis por estos lares?
—Buenos días, señor, quisiera ingresar a Perú.
—¿Con qué fin, preciosa dama?
—Soy narradora de cuentos. Compartiré mis historias con todo aquel que desee oírlas.
El caballero se jaló ligeramente el bigote, acto seguido, haciendo un gesto de decepción, dijo a la muchacha:
—Lo siento, pero está prohibido el ingreso a los narradores de cuentos.
La joven se perturbó. Muchos pensamientos vinieron a su mente de golpe:
«¿Pero este sujeto quién es para impedirme el ingreso? ¿Por qué no pueden ingresar cuentacuentos? ¿Habrá una entrada alterna por la parte trasera? ¿Debo tomar esa ruta y arriesgarme? ¿Debería darle un buen coscorrón a este vil anciano y pasar corriendo? Es flaco y senil, puedo vencerlo con facilidad. ¿Pero qué estoy diciendo? Es un chocho enclenque e indefenso, ¡de repente lo mato sin querer! ¿Qué haré? ¡Qué haré!»
Al fin Eva pudo decir dos cosas:
—¿Quién es usted? ¿Y por qué me prohíbe la entrada?
—Yo, mi honorable doncella, soy el guardián de Perú. Mi nombre es Don Quijote de la Mancha.
«Ya sé quién es», pensó Eva. «Es el personaje de Miguel de Cervantes. ¿Qué hace en el umbral de este país? ¿Y por qué está en contra mía cuando debería ser al contrario? ¡Acaso él…! No, no debo sacar conclusiones apresuradas. Tal vez se trate de un loco o de un actor representando un papel. Me andaré con cuidado».
—Señor, yo me llamo Eva Luna y soy famosa. Recorro el mundo narrando cuentos. Una conocida escritora, Isabel Allende, redactó mi biografía en un libro que lleva mi nombre y luego recopiló mis mejores relatos.
—Oh, claro, ya la reconozco, encantadora dama. Igual no puedo dejarle pasar.
—¿Y eso por qué?
—Por un decreto presidencial. La verdad no sé los motivos, pero la ley es la ley y yo soy un loable caballero que la hace cumplir. Arriesgaré mi vida para realizar mi misión, la cual es: impedirle el paso a los cuentacuentos.
Eva lo comprendió todo al instante. Decidió hablarle con lentitud al caballero para que le entendiese:
—Quijote, lo que ocurre es lo siguiente: el gobierno de Perú no quiere que la gente lea ni escuche historias ficcionales venidas de otras partes del globo. Un pueblo que lee es un pueblo que se culturiza y que reclama sus derechos. Este proceso de embrutecimiento ha estado ocurriendo en todas partes del mundo: en América, en Europa, en África, por eso muchos personajes de cuentos y novelas han adquirido vida. Para salvar estos lugares donde los libros no son leídos, donde no llega la creación literaria.
—No puedo creerlo… Acaso tú, preciosa damisela, ¿no eres real?
—Sí soy real. Ambos lo somos. Aunque hasta hace unos años no lo éramos. Talentosos escritores nos crearon y eternizaron en libros. Tu creador ya ha fallecido, la mía sigue con vida, luchando por combatir la ignorancia y el analfabetismo. Esa es nuestra verdadera misión.
—Pero a mí me dijeron que yo debía cuidar esta entrada con mi vida…
—Lo sé. Te engañaron. Tú llegaste aquí antes que yo, ellos te capturaron, encontraron el modo de borrar parte de tus recuerdos con el fin de convertirte en su lacayo. En realidad tú eres como yo, un personaje ficcional que adquirió vida y tiene que ingresar a Perú, el último país inculto del mundo. Debemos dar nuestro mensaje literario.
El Quijote sintió una pena inmensa. ¿Y si todo eso fuera verdad? ¿Y si fuese cierto que él llegó a Perú hacía algún tiempo para obsequiar Literatura? ¿Lo tomaron prisionero? ¿Le borraron su pasado? ¿Lo convirtieron en un peón más de su maligna estratagema?
Al notar su pesadumbre, Eva Luna, que había leído con deleite los dos tomos de «El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha», le narró aquella historia.
Y todos los recuerdos del anciano volvieron; las aventuras, los amigos, los amores.
El viejo caballero andante descendió del equino y tomó la mano de la muchacha. Ella dijo, emocionada:
—Ahora entraremos a este país y contaremos nuestros respectivos relatos. Aunque el gobierno sea maligno, el pueblo es inteligente. Hombres, mujeres y niños nos escucharán.
—Debemos tener cuidado —dijo el Quijote—. Los que controlan el gobierno son muy malvados, tienen cautivos a muchos personajes de la ficción, entre a ellos a mi querido compañero Sancho.
—No te preocupes, Quijote. No podrán con nosotros. Somos indestructibles. Los personajes de las ficciones más leídas del mundo son imperecederos.
Al momento que ingresaron a Perú fueron observados con fascinación por los habitantes. Los «entes ficcionales» se sintieron dichosos. Y comenzaron su tarea de inmediato.

Lima, diciembre de 2011

Acerca del autor: Carlos Enrique Saldivar

No hay comentarios.: