viernes, 7 de junio de 2013

Fiebre de sábado a la vermú y noche - Diana Sánchez


(Historias de amor y muerte o cuatro historias con el mismo fragor)

Homenaje a Roberto Arlt

-1-

La Malú llego desjarretada como una res al “Círculo La Margarita”: La revé erizada. Trasijada, como una prostituta. Se sentó, atisbó el salón, y peló un faso. El visitante se le acercó enseguida, y enviserándose la frente con los dedos, la cabeceó. Salieron a la pista. El quía, esguizándole el rostro, la engarfió con fuerza acercándole el trasero al capote con que se calafateaba. Cuando la pollera se le atorbellinó entre las pantorrillas, el Torvo Farías hizo parar la música. El humo hacía difícil verse las caras. Las comadres, chismorreando, se sololiqueaban en un esbozo de carcajada. La Malú se hizo a un costado, el Torvo Farías, de entrada, le engarfió el facón al quía. Al visitante le costó desprenderse del triple correaje, pero, empestillando la espalda, sacó el puñal. Tarde, el Torvo lo había afaenado.
La noche fría, enfoscada de estrellas, se derramaba silenciosa sobre el “Círulo La Margarita”.

-2-

Me batieron que el mafioso se apresentaría en la milonga del “Círculo La Margarita”. El turro sabía cafishear a las pelanduscas de cualquier cabaré. Por orden de la Malu, el malandrinaje lo esperaba en la esquina. No había gomazo en el Departamento que se perdiera la aspaventosa. El rufián llegó discreto a la giranta y cauteloso, se acercó a la Malú. Salieron a la pista. Después de apretarla fiero contra el pecho, el turro le pidió que cantara cuáles eran las cocotes que le habían rajado de la ladronera. Ella le dijo que se dejara de joder, que no hacía más la vida desde que conoció a Paco Mocho, quien la mantenía como una mishé. Como el quía no aflojaba, ella se le zafó, gritándole “¡canaya”, hijo de puta”! y lo dejó solo en la pista a su suerte de paica. El malandrinaje pidió que se parara la música. El humo hacía difícil verse las caras. “¡Ramera, fioca, yegua, rea”! le gritó el mafioso cuando vio que la merza se le venía encima. “La vita e denaro, strunso”, se le oyó decir al malandrinaje antes de que el mafioso cayera desplomado. Un ojo burlón le quedó abierto en su rostro romboidal.
La noche estaba enfoscada de estrellas cuando se apagó la última luz en el “Círcula La Margarita”.

-3-

“Ye mén fiché” dijo la Malú mientras las solapas del de macferlán le rozaban las poilus de las trincheras. La yazzbán tocaba el claxón al máximo. “Un espress, silvuplé”, gritó el policeman acodándose en el mostrador. “Penzar que este puerco sabe de cálculo infinitesimal”, se decían entre sí admirados, los superdreadnaught. “Mon dié, vá tan fer enculer” girió indignada la Malú.
“¡Que paren la miusíc”!, pidió el policeman. Silencio total. “Se benden buebos y gayinas de raza” se oyó desde afuera del salón. El humo hacía difícil verse las caras. El policeman terminó de afaenar al de macferlán en cuyo rostro romboidal quedó abierto un ojo burlón.
El muerto quedó solo y perpendicular en la superficie de un infierno redondo, mientras iba amaneciendo a través de la ventanuca del “Círculo La Margarita”

-4-

En el “Círculo La Margarita” el lacayo albercó a la mocita Malú. Con un esbozo de belfo, le menostroló la horchata. A ella pareció gustarle. No así, a su señora madre que se acerco indignada y tirándole de la bata con furia, le espetó al gil. ¡”Oiga, pelafustán, cartujo, balumba, mequetrefe”! ¡No se abuse de la niña! El lacayo pareció no inmutarse, lo que produjo más indignación en la señora, cuya fachada se había incendiado de rojos. ¿”Es que no me oye usté, desgraciado?”, le platicó fuertemente creándole espantosas pejigueras en sus orejas de jamelgo. “No se precipite en su apreciación señora, que me está perforando los oídos como un berbiquí. Y sepa que la fámula sentíase enjalbegada como una mozuela en un muladar”. ¡”Pues vete a menestrar tu horchata a algún mozalbete con cara de bellaco, o te haré afaenar por un truhán”. El lacayo siguió haciéndose el sota, albercando embobado a la mocita. La señora salió. Cuando volvió con el truhán, la Malú se hizo a un costado. El humo hacía difícil verse las caras. Todo fue muy rápido. El lacayo quebróse en el suelo con los ojos abiertos, sorpendidos.
La noche estaba enfoscada de estrella cuando las dos mujeres se retiraban del “Círculo La Margarita”.

Acerca de la autora: Diana Sánchez


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