domingo, 20 de enero de 2013

Barrilete cósmico - Mario Lamique


Seguir con la mirada el recorrido descendente y parsimonioso de las gotas de lluvia en la ventana,te aleja por momentos de esa inseparable sensación de soledad.
Vas recorriendo la habitación con paso distraído sin poder evitar que los pensamientos se multipliquen, cercándote, sitiándote y luego invadiéndote, se que quisieras llorar pero sin que tus padres te vean, para no preocuparlos ya que si por vos fuera le evitarías todos los sufrimientos como ellos tratan, sin éxito, de hacerlos con vos.

Tu mirada se fija en tu cama y ves tu mochila abierta con los útiles y los cuadernos desparramados….¿ tenés mucha tarea?
Te imaginas haciendo los deberes, te imaginas siendo felicitado y abanderado y en esa escolar imaginación ves a tus padres orgullosos, tanto que podrías llorar delante de ellos y creerían que es por la emoción.

Tu paso distraído se vuelve retraído y mientras tocàs los muebles pensás porqué la mesa se llama así, podría haberse llamado auto y el auto árbol, el árbol cristal y el cristal sol y el sol mirada ,la luna queso, las manos estrellas y los ojos luna, si queso no se llamara…le cambias el nombre a cada uno de los objetos de tu pieza: la cama, abrazo; la puerta, abismo; las cortinas, torbellino; a la silla donde estas sentado esperando que en quince puntuales minutos tu mama venga a buscarte, si no se te ocurre otro nombre, silla se seguirá llamando.

Vas cerrando los ojos y al nombrar silla ves silla que comienza a volar con respaldo y sin alas, garabatea en el aire dibujando tu rostro sorprendido, levanta bien pero bien alto sus patas de silla imaginada, silla volátil y va recogiendo todas las cosas que ya a tu edad fuiste perdiendo, te acerca un semáforo que dentro de tus ojos cerrados no saben a quién dar paso, recoge las llaves de tu casa, aunque ya no sirven porque se mudaron, recoge varios muñecos, incluso algunos que no recordás el haberlos tenido, esquiva broncas y sueños que nunca quisiste recordar...

La silla planea dentro de una habitación muy parecida a la tuya y de la que recién notás que existe y no te diste cuenta en que momento la inventaste, en la pared ves un cuadro que no sabés de que se trata pero seguro, seguro que está sin terminar; dijiste y abriste los ojos viendo de frente otra silla, esta no vuela, sólo camina.

Alcanzas a ver pequeña grieta en pared, ves un florero, una mesa y ventana abierta aunque llueve.

Un ruido te sobresalta, la silla chocó en el aire con un globo que desorientado buscaba la dirección del cumpleaños al que estaba invitado.

Al darte vuelta viste salir el primero con bastante dificultad, al segundo le costó un poco menos, te quedaste estático contrastando con la destreza y rapidez con la que iban saliendo, pronto la habitación quedó repleta de miedos que emergían de la casi imperceptible grieta, pensaste en salir corriendo y simplemente caminaste, pero al hacerlo te tropezás con un miedo, le gritas, te zamarrea y te comienza a perseguir alrededor de la mesa, pasás por debajo y le tirás con el florero que al caer se rompe en miles de pétalos, dos de los miedos te agarran de los brazos, los empujás con una fuerza que no creías tener... logràs una gran corrida, pero igual un miedo te intercepta y te saca a bailar, así estuvieron inventando pasos de baile, te balanceas ahora en un columpio hecho de miedos y flores, los abrazás y jugás al básquet con un planeta salido del dibujo de una sábana de cuado eras más chico.

Armaste una pelota de fútbol con las partes sueltas de los muñecos rotos, y comienza el juego, agarras el balón en la media cancha, un miedo desconocido con un leve quiebre de cintura quedó desairado, te sale al encuentro otro que hace poco conocés, al inclinarte hacia el medio y salir por la derecha, queda eliminado, sentís un poco de cansancio pero en lugar de frenar, acelerás de golpe y en tu carrera dejás atrás a dos miedos que si bien eran diferentes, no podrías identificar cuál es cuál.

Entrando al área te inclinás un poco hacia la derecha y el miedo más cercano no logra alcanzarte, enfrentás al arquero de los miedos y amagando a rematar lo dejas desparramado y con la punta del pie definís al lado del palo entrando la pelota mansita y obediente.
Salís corriendo gritando el gol, tus juguetes festejan como locos y gritan: “genio, genio, barrilete cósmico ¿de que planeta viniste, para dejar atrás tantos miedos?” Tus miedos te abrazan, todos menos el arquero que sigue desparramado en el piso.

Los miedos se van metiendo ya cansados en la grieta, pequeña grieta en pared, el último te dijo algo al oído que no lograste oír....

Te llama tu mamá.

Sobre el autor: Mario Lamique