sábado, 1 de diciembre de 2012

Bioma - Claudia Sánchez


Dos millones de piedras planas llovieron el último día sobre el pueblo. El sol que disolvió las últimas nubes, comenzó a calentar las piedras negras, haciendo hervir el barro que tapaban. La primavera comenzó a brotar. La vegetación se hacía cada vez más exuberante sobre aquel lugar signado por las tragedias. Sus habitantes, con la alegría recién recobrada, volvían a sentirse intranquilos con el avance inexorable del verde sobre el negro. Un verde que iba tomándolo todo; paredes, techos, postes, hasta los cables del precario tendido eléctrico quedaron ocultos por el vergel, que aceleraba su crecimiento si alguna raíz, un tallo, una hoja siquiera era cortada. Comenzó la emigración de los pobladores que, en caravana, iban en busca de otro lugar donde vivir.

Ya se había marchado el último hombre cuando unos niños, escondidos en el jardín de una casa, comenzaron a jugar a la payana con las piedras negras del suelo. Cada vez que levantaban una, el aire se calentaba y se detenía el crecimiento de su planta. Entonces comprendieron su misión. Pronto formaron las tribus payaneras, que desde aquellos tiempos pueblan la impenetrable Amazonia para mantener en equilibrio el clima ecuatorial.

Sobre la autora: Claudia Sánchez

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