sábado, 8 de septiembre de 2012

Parábola del hombre bueno – José Luis Velarde


Atanasio el Nazareno sube al podio. Mira a la multitud congregada y comienza a relatar una parábola dedicada a la santidad. Sonríe cuando es interrumpido por un hombre iracundo.
—Soy Jeremías. Vecino de tu infancia y compañero en algunas misiones de las que ahora abomino. Soy quien puede llamarte farsante. Tengo pruebas de que fuiste tahúr y ladrón en una vida destinada a cometer crímenes de toda índole. Yo te vi matar a más de cuatro hombres en Judea y sacrificar inocentes en un altar dedicado al demonio. Llevaste esclavas circasianas al África y te vi regresar al frente de un harem entregado al emperador Antenio el Indeseable. Fuiste el único sobreviviente de tres legiones romanas destrozadas en las proximidades del Danubio. Los bárbaros agradecieron tu traición mandándote de regreso para avisar lo que ocurriría a quienes se atrevieran a cruzar esa frontera. Cuando te conocí te llamabas Claudio Anatolio, hijo mayor de un asesino.
La multitud se estremece.
Claudio Anatolio declara impertérrito con la voz limpísima de Atanasio el Nazareno.
—Santos seremos si luchamos por causas justas con la misma fe que en otro tiempo alejó toda santidad.
La multitud repite la frase y las palabras avanzan con la verdad concedida de tanto repetirse.
Los testigos aplauden y celebran mientras el acusador se marcha con los ojos muy abiertos y la boca cerrada. Sabe que es incapaz de mantener vivo el odio que durante años le hizo acumular pruebas en contra del apóstata, el tahúr, el ladrón, el asesino, el traficante de esclavos, el traidor y el profeta más auténtico jamás escuchado en una Roma llena de mentiras.

José Luis Velarde

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