sábado, 22 de septiembre de 2012

La santa gomina y los perseguidores de la inquisición ultramoderna – Héctor Ranea


En los últimos años, Edelmiro se ha ganado la vida escribiendo libros sobre las frases que recolecta en los lugares más insólitos. Uno de los tres más vendidos resultó ser el de frases de Hrabano Maurus, santo varón de Maguncia, a falta de otra nacionalidad. Las encontraba encriptadas en las propagandas de gomina Glostora, lo cual implicaba un trabajo de asombrosa tenacidad y laboriosidad enorme. Algunas de esas frases eran crípticas como: "Ahora que cada sayo avance en su zapallo y cada escoloprenda que aprenda". Otras eran más definidas, como: "Si el espíritu creador quiere venir, ¿para qué lo vas a llamar?", que es la frase que hizo famoso al libro porque de ahí nacieron los movimientos que buscaron eliminar a Edelmiro con la consigna: o Edelmiro la corta o se la cortamos nosotros.
Algún erudito pagado por dichas organizaciones fundamentalistas demostró que, de las cuatrocientas diecinueve frases recolectadas y comentadas por Edelmiro, más de treintaisiete y menos de cuarentaitres eran atribuibles al Pseudo Hrabano, pero la que fue la piedra de toque sobre la venida del espíritu creador no pudieron probarle que no fuera original.
El problema que enfrentaba Edelmiro era, fundamentalmente, que los avisos de Glostora estaban ya en lenguas romances o germánicas, no en latín, de modo que era difícil retrotraer la traducción al original. Muchos pensaban, en efecto, que la frase del comercial había sido traducida por ateos malévolos y que, no presentando el original, no debería considerársela del Santo, pero para otros era causal de juicio de desantificación y careo divino.
El despelote teológico de Edelmiro fue tal que llegó incluso a publicar un libro de relativización de las frases del Abad de Fulda, que fue peor que la enfermedad producida por el primero. Ya no sabía qué querían los fundamentalistas y trataba de hacer cualquier cosa con tal de que no le cocinaran el Pomerania dorado que le regalara la tía Elba en la primer Luna llena del año del eclipse doble. Porque lo tenían sentenciado al dulce Pommegranate, el can, y la sentencia era Urbi et Orbi.
Edelmiro enloqueció lo suficiente como para contraatacar con un libro con sentencias sabias de Santa Espaldar de Norcia, discípula de Pupillius de Hic encontradas en los contenedores de hojalata de mini galletitas Rhodesia de chocolate (una rareza que tuvo poca aceptación en el invierno de 1957).
De este libro casi no quedan ejemplares porque los compró todos la asociación de integristas y diferencialistas que lo perseguía. Aún así, ciertos seguidores de Edelmiro hemos memorizado algunas frases de la santa mujer a partir de un ejemplar que no ha podido ser, lamentablemente, contrastado con algún otro, que fuera encontrado en una biblioteca de Chacras de Montiego, al sur de Alververás.
Esas frases, sin embargo, se irán con nosotros a la tumba si esta persecución continúa.
De hecho, me han despojado, sólo por haber escrito sobre Edelmiro, de un magnífico ejemplar de Pincher azul, de una pareja de Blaupunktparrot que me había costado ingentes esfuerzos importar y, sin ir más lejos, de mi colección de clones en miniatura de santos de los tiempos anteriores a la gran peste.
Ellos tenían más memoria que yo y podrían haber recordado muchas más frases, y dónde quedaron escondidas, de escritores como Santa Gumersinda de Costalia, San Godofredo de Praga, Ilustrísimo Gang 'hren de Buratya Capital y otros que tenían acceso a los Bestiarios más avanzados. Ahora, esos clones es seguro que trabajan para los fundamentalistas.
Estamos fritos.

Acerca del autor:
Héctor Ranea

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