—Una desgracia con suerte —exclamó Wilmar había caído en lo que
parecía ser una arboleda, pero casi esponjosa. Se sintió envuelto y
arropado. La sensación de estar cayendo parecía continuar.
Fueron
a investigar este extraño planeta y hasta ahora no encontraron nada
irregular, salvo por la explosión que los despidió a cada uno en
diferentes direcciones, y él justo cayó en el lugar más suave y
esponjoso que había conocido.
—¡Una desgracia con suerte! —gritó de nuevo mientras movía sus manos como si estuviera festejando un gol. “Una
suerte con desgracia”, pensó mientras miraba a Wilmar; comer humanos
por la mañana siempre le caía mal, pero en su planeta había un dicho,
“para el hambre no hay humanos”, es mejor sufrir porque algo te cayó mal
que sufrir por hambre, se dijo, afirmó, se autoconvenció.
De la
superficie esponjosa comenzaron a salir lentamente garras filosas de
diversos tamaños, Wilmar no gritó, simplemente imaginó que seguía
cayendo.
“Una suerte con desgracia”, volvió a decir, mientras
esbozaba una leve sonrisa, como lo hace cada vez que está a punto de
saciar su apetito.
Acerca del autor:
Mario Lamique
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