Bastará una ambigua palabra dicha al descuido para ponerme a la
defensiva. Yo que era brisa fresca de verano, contendré la respiración
dispuesta a todo en cuanto desconfíe.
Acércate con cuidado.
Tendrás que caminar con pies de plomo sobre este terreno pantanoso y si
descubro malicia en tu intención, largaré el suspiro retenido y desataré
un huracán incontenible.
No siempre fui la misma. Cuando aún mi
cuerpo no había abierto las ventanas, flotaba entre las hojas iluminando
el día. Todo cambió cuando la ráfaga filosa de aquel deseo ladino se
atrevió a levantarme la falda. ¡Vaya si cambié! De repente fui un
tornado feroz arrancando de cuajo las palmeras de esas ansias salvajes.
Será
mejor no decir nada. Que hablen los cuerpos. Deslízate subrepticiamente
sobre mi geografía y búscame la rosa de los vientos hasta encontrar el
sur de mis sentidos. Si oprimes el botón que abre el cofre secreto, te
acompañaré a la cumbre inexpugnable donde habita ese dios que da la vida
con el hálito que fluye de su boca.
Aire en movimiento que dispersa las sombras y nos hará bailar entreverados.
Acerca del autor:
Fernando Puga
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