jueves, 8 de marzo de 2012

Viejas de pelo largo – Diana Sánchez


Los pelos viejos de las viejas flotanen un nido de espuma. Ellas los cepillan y cepillan pero los pelos quedan paralizados, estáticos. Atónitos, en el estallido de la tarde que se quiebra lenta, inexorable.
Una de las viejas espía sobre el hombro. Mira hacia atrás buscando los relojes de la infancia y sólo encuentra el escalpelo del padre. Lo toca, está frío (por supuesto) también un poco oxidado. Sin embargo, aún brilla contra las aspas del sol cuando otra de las viejas lo hace girar entre sus dedos.
Sixta, la más joven de las viejas enciende un cigarrillo. Volutas de humo y de pelo se entrecruzan en el aire, una hoguera invisible sobre el aparador.
Las viejas juegan en el salón enorme. A veces ríen, cuando Onelia la más vieja de las viejas ahora ciega, parándose con torpeza intenta atraparlas. Cae la silla, se suelta el grito.
Juegan las viejas en el espacio del tiempo.
Como es habitual a esta hora, Andrómeda amenaza a las otras con ir a bailar en patines sobre la pista de hielo. Busca el carmín urgente para empastarse los labios y nerviosa, intenta el rodete con horquillas invisibles.
—¡Que me devuelvan el mundo! —clama obstinada Sixta—.¡Porque el olvido no alcanza! —Y con los brazos en cruz, cae de rodillas.
Alarmada, Onelia extiende el brazo izquierdo y empieza a caminar, buscándola. Tropieza con Sixta y se derrumba a su lado, la más vieja de las viejas ahora, ciega.
Suelta el carmín y empuña el escalpelo Andrómeda, amenazante.
Desde el piso, las dos viejas desnudas como peces heridos, suplican el perdón. Entonces, la más joven de las viejas y más vieja de las jóvenes, explota en una carcajada vigorosa y con maestría, introduce el escalpelo en su pelo largo, a manera de horquilla.
Una cortina de pájaros atraviesa la ventana. El cielo azul recobra su sentido.


Acerca de la autora:
Diana Sánchez

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