¿Por qué Jacques Cousteau, en su versión doblada al español hablaba con “tono francés” y el resto de la tripulación en perfecto español neutro? Cada vez que veía sus peripecias submarinas, el Jacques me enseñaba que un “pegfecto mundo submagino se atgaviesa con cagiño y paciencia”. Es cierto que la mitad de las cosas no las entendía pero me transportaba a un universo plagado de especies hermosas y, por que no, de ilusiones dormidas.
Pero, por otro lado, la cuestión afrancesada me molestaba y me sigue molestando. O todos o ninguno, viejo. Entraba un marinero y le espetaba un furioso: “Escúcheme una cuestión, Yacs. Tenemos los botes a la miseria, los muchachos están como locos porque este submarino no da para mas. ¿Qué hacemos?”. Y el sabio Cousteau se sacaba su gorrito rojo, sonreía con parsimonia, posaba su mano derecha sobre el hombro izquierdo del marinero bullanguero y le respondía: “Quegido maginego: no te pgeocupes pog las pgofundidades maginas. Nosotgos sugcaguemos estos mages en busca de nuestgo objetivo. El gggggan pulpo bipolagggg”.
Y ahí tengo otra queja para con Jacques. ¿Siempre de buen humor? ¿siempre con sus romances a flor de piel a la hora de responder, de hilar sus frases? ¿Nunca un “no me gompas las pelotas y hacé lo que te digo, la puta madge”?
En ese sentido se nota su raíz europea, refinada. Seguramente Jacques tuvo algún familiar en las cortes francesas de algún siglo pasado donde por cualquier boludez te mandaban a matar, pero te mandaban a matar con elegancia. Nada de pim pum, a la guillotina. Era todo casi en verso, en rima constante. “La corte, que supo albergar a Luis XV, ahora ha decidido que tomar dos frescos repollos del jardín real no es mas que una severa ofensa contra la bonhomía de quien portaba dicho verduril. Por tal razón, este grupo de jueces ha decidido, sabiamente como su investidura lo permite, declarar al quien se acusa, culpable, condenándolo a la muerte instantánea mediante la aplicación de hierro al rojo vivo y/o candente contra su sien para luego rebanársela de su cuello provocándole la muerte in momentum”.
Otros de los grandes doblados al francesñol fue el inspector Clouseau. Aquí, sin embargo, existe una gran contradicción, porque Dodó (su fiel escudero) habla perfecto español neutro. Pero él no, él, al igual que Jacques Cousteau, maneja un francésñol increíble.
Como decía Juan Esteban de Esteban, el poeta austrohúngaro, en su poema “La señora da pena”: “La francesa busca amor / lo pide y no se lo dan / ella lo busca por error / para francés, está el pan”.
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