—Pasé por Pergamino el lunes a eso de las 8 —explicó el licenciado Fagúndez—, pero no tenía la joya. Seguro que, cuando tenga la joya, no pasaré por Pergamino sino por Junín, me dije, ya que no vuelvo a viajar jamás por esta empresa de mierda, Sanjuan del Plata... Pésima la cena y peor el desayuno. Y Buses Sanjuan de la Sierra va por la 7, no por la 8.
—Estamos fritos —acotó el ingeniero Galiñanes.
—De todos modos —terció el doctor Menzeguetti—, guárdenle una joya a Miguelito, que el arcángel viene a Buenos Aires en cualquier momento, ya que nunca se sabe cuándo habrá una virgen a la que anunciarle un embarazo.
—Depende, doctor, eso siempre que los momentos no le viajen por Tandil, que como todos sabemos ni Pisa ni corta ni pincha.
—Usted me desconcierta, ingeniero. Esto de viajar por el tiempo pero no poder controlar el espacio es algo que me ayudaré a inventar si alguna vez me encuentro de nuevo en el viejo Automotor Pampa, ese que iba por De La Bienal, pasando por Audiencia Real, Amarillo, Diccionario en Tres Tomos y Laguna del Ahogado, para ir de Vicuña Mc Kenna a Laboulaye pasando por la Autopista que unirá Mendoza con Buenos Aires hacia el 2050.
—¡Ni que lo diga, doctor! Cada vez resulta más difícil conseguir los colectivos que hacían ese recorrido o lo harán, nunca se sabe.
—Ese recorrido o cualquier otro, licenciado, no se olvide.
—¿Y yo qué dije?
En ese preciso instante se abrió la puerta e ingresaron tres fornidos enfermeros munidos de sendos chalecos de fuerza.
—¿Esta es la casa del esquizofrénico Rabufetti?
—¡No! —exclamó al unísono el mentado—. Es al lado...
—Ah, bueno, disculpe.
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