Al abrirlo me pregunto adónde habrán quedado los años quietos, el estanque verosímil, el de la memoria, o todos los escapularios fantásticos que la imaginería del tiempo dispone arbitrariamente. Intento retratar esa quietud del espacio en unos renglones. Con esfuerzo, acaso prisionero de una elipsis, logro acercarme a algo parecido a una tormenta, que luego se desvanece. Aunque pronto resucita embravecida y me arrastra implacable. Allá está la mujer que yo quería, en el espacio irreal de un living paralelo, reemplazando a mi mujer, que ahora fuma y lee sin verme. Y allá los retazos de una camisa que rompió el amor de una luna de miel que tampoco fue la nuestra, y las copas que probamos con labios de otro sabor. Hay un zumbido con la grieta que se abre en ese mundo. La memoria se envanece en el dolor; es como un pozo de agua flotante, con ciclos de opresión y respiro. Y resuelvo, elijo, que tu cuerpo (el de mi mujer) no sea más que un espejismo de fuego que tiembla tan débil en el sillón, como una resonancia, una imagen acústica; acaso el humo que largas por la nariz sea el indicio de un gran acto. La señal de que ahora mismo podría reemplazarte, acaso destruirte, con un sortilegio de olvido.
JUEGOS FLORALES 2024
Hace 2 meses.
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