Yo, Hormiga, de naturaleza simple, de trabajo eterno mientras dure mi vida, yo aunque parezco insignificante ante el mundo, el mundo gigante, no dudo de mi origen ni le doy razones ilógicas a su comienzo, vivo trabajando para ser lo que soy. ¿Qué dios despiadado habría de darme la vida y su impulso con el único objetivo de morir trabajando?, qué dios de no ser uno nada benevolente, iluso el hombre que aún siendo tan grande y tan “inteligente” cree en un ser omnipotente imaginario, en un sudario de milagrosa existencia, en una imagen que llora sangre, que ser tan iluso el hombre que dedica su vida a orar al cielo e implorar beneficencia de algo que ya tiene en vida, que ser tan abstracto el que dedica su vida a un padre que nunca ha visto, que lo abandonó en la tierra a su suerte; en la mitología de su tiempo, en las supersticiones de geografía; pobre hombre, ¿cuándo escuchará a su naturaleza?, solo cuando acalle a su dios.
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