lunes, 13 de febrero de 2012

Escáner - Pedro Herrero


El control de acceso de pasajeros del aeropuerto ha pitado a mi paso. Un agente de uniforme me ha indicado que me quite el cinturón y los zapatos, y que vuelva a pasar bajo el arco detector. Tras el segundo pitido me he sentido el centro de atención de todas las miradas. El agente se ha enfundado unos guantes protectores y ha empezado a cachearme. Ha palpado en mis bolsillos, bajo mis axilas, entre mis piernas. Ha mirado en mi garganta con una linterna y me ha pedido que saque la lengua: casi por instinto he respondido “treinta y tres”. También me ha examinado de geografía y de historia, ha querido saber cuándo me confesé por última vez y con qué frecuencia tengo pensamientos impuros. Luego ha preguntado a mi madre qué nombre van a ponerme en el bautizo y, finalmente, tras golpearme en las nalgas, ha gritado: ¡es un niño! En ese momento, los altavoces de la sala de espera han anunciado que mi vuelo sufre un pequeño retraso.

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