Dije que “otro día” les iba a contar por qué Monx y Minx son divertidísimos. El día llegó. Estos simpáticos extraterrestres, nacidos en un mundo oscuro que gira en torno a una enana negra del Saco de Carbón, se instalaron en la periferia del Sistema Solar hace unos dos mil años con el propósito de monitorear la evolución de las civilizaciones terrestres utilizando las emisiones televisivas como herramienta. Pero como no se le escapará a ninguno de ustedes, en la época de Tertuliano, o en la de Savonarola, no había programas, por lo que Monx y Minx no tuvieron más remedio que generarlos. Así las cosas, empezaron grabando el “suicidio inducido” de Sócrates y tuvieron un primer pico de audiencia (en Cherny, el mundo oscuro del que provenían, el que gira en torno a una enana negra del Saco de Carbón) cuando lograron que Nerón incendiara Roma. Lo que siguió fue perversidad y costumbre: se aficionaron a los espectáculos grandiosos y fueron ellos quienes promovieron las carreras de carros y apadrinaron a Ben-Hur, armaron la insurrección de Espartaco después de que se hartaron de las peleas entre gladiadores, inflaron a Atila, Clodoveo, Carlomagno y Godofredo de Bouillon hasta convertirlos en estrellas, y así continuaron, provocando conflictos y pergeñando complots en los que, por lo menos, tenía que derramarse mucha sangre. Su obra maestra fue el primer Gran Hermano de la historia, que algunos delirantes aún se empeñan en llamar pomposamente “la Inquisición”, cuando el nombre que ellos le pusieron: Santo Oficio para la Conservación de la Pura Fe, aún antes de que Lucio III proclamara su imperfecta bula Ad abolendam, era mucho más ajustado y descriptivo. Lo cierto es que Monx y Minx hicieron por la TV humana mucho más que los Berlusconis y Tinellis que bien conocemos, aunque no podemos ni debemos ocultar que en los últimos tiempos estos simpáticos extraterrestres se han aburguesado bastante y prefieren responder a las invitaciones que los que estamos dotados de poderes telepáticos les hacemos para que concurran a saraos, asados, batucadas, parties y recepciones. Pero esa es otra historia y la contaré en otro momento.
Sergio Gaut vel Hartman
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