viernes, 6 de enero de 2012

Traidor a la patria – Sergio Gaut vel Hartman


—Creo que usted es la persona indicada. —Miré al extraterrestre que había pronunciado algo así como “jkty ghnm pñmr dgwt” y bendije al omnilingua que convirtió esos escupitajos en un mensaje comprensible. Estábamos en un bar del barrio de Boedo, respirando aire de tango impregnado de glicinas. El tipo (si corresponde denominar así a una berenjena verde gigante provista de ocho tentáculos y cabeza de horno eléctrico) me estaba proponiendo un negocio: conquistar el planeta Tierra y dividir las ganancias. Él ponía las armas y yo la logística.
—No puedo traicionar a mi gente —suspiré resignado.
—Dinero sin límites, viajes por la galaxia, poder, hembras de cualquier especie—insistió el alien, sin inmutarse por mi objeción.
—No funcionaría. Soy un pervertido sexual. ¿Se arriesgaría a cargar con alguien como yo?
—¿Y eso qué desventaja podría acarrearme? En mi mundo no tenemos la porquería restrictiva y castradora que ustedes llaman “moral”. Haz lo que quieras mientras otro no quiera lo mismo y te lo impida. Esa es nuestra única regla.
De pronto, como si una luz se hubiera encendido ante mis ojos, fui asaltado por una idea genial. Todo en uno, ¿es posible tanta felicidad?
—¿Las hembras de su especie son como los machos?
—Un poco más grandes y amarillas. ¿Por qué?
—¿Y si yo quisiera, es decir, si se me ocurriera…
—Diga, sea concreto.
—¿Sabe qué pasa? Además de ser un pervertido sexual muero por las berenjenas a la parmesana.

1 comentario:

El Titán dijo...

jajajajaj cada vez más delirante maestro!