Junto a las rejas de cada jaula, en unos pequeños carteles cuidadosamente plastificados y clavados en el suelo, se especificaba con todo detalle el nombre, el alias, la procedencia y las características principales de la historia de cada especie enjaulada. Un mapa, que se entregaba justo a la entrada del recinto, aconsejaba el recorrido ideal para no perder detalle de todas las curiosidades y sorpresas que el parque ofrecía a sus visitantes. Numerosas tiendas exhibían grandes carteles con fotografías de las especies en distintas fases de su vida. Eran el souvenir más reclamado.
Cada temporada, los turistas aguardaban con infinita paciencia durante horas en largas colas a la espera de conseguir entrar en aquel moderno e innovador zoológico. Debido al éxito alcanzado, desde hacía unos meses ya se habían puesto a la venta abonos completos de temporada y pases familiares de fin de semana. Las revistas especializadas de todo el mundo se habían hecho eco del fenómeno y apostaban por que, en un futuro no demasiado lejano, cada país contaría con varios de estos singulares parques temáticos de propiedad estatal que tantos ingresos estaban generando.
Jamás sospecharon los responsables del Ministerio de Interior la gran aceptación que tendría su decisión, a raíz del desastre económico de la anterior legislatura, de traspasar las competencias de los centros penitenciarios al Ministerio de Turismo.
Tomado del blog: Más claro el agua
3 comentarios:
Buen relato, sin adjetivaciones innecesarias y una prosa cargada de ironía crítica.
Por la acción sugerida se espera una sorpresa final que, cuando llega, no defrauda.
Enhorabuena el autor.
La animalización de unos, la deshumanización de otros y esa carga de ironía, han dado lugar a un cuento excelente.
Muy bueno. El morboturismo ya empezó en varios países, sin duda, en alguna otra forma.
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