jueves, 3 de noviembre de 2011

Espejismos – Ricardo Giorno


Reunión en el taller. Mecánicos, barrenderos, gerentes y poetas.
Y al conjuro de mollejas, chimichurri y asadito, el vino va soltando el alma. Y se canta a la vida en silencio, agradeciéndole lo que nos brinda. Como debe ser.
Conjunción bizarra, si las hay. Si él hasta pudo verte, clarito te pudo ver: espejismo enfundado en campera con flecos, jean ajustado y botas tejanas.
Y mientras el vino sigue corriendo, las lenguas bailan al compás de la música de cuchillos y tenedores, que atacan platos de vidrio, de metal, de madera. Y el mutuo aprecio surge de manos armadas de vasos entrechocándose. Y nadie se presenta con armadura. Lam camaradería voltea cualquier defensa.
Ríen, bromean y se juran amistad eterna. Por lo menos hasta el próximo sábado.
Entonces, a la hora del café y del cognac, con el estómago repleto como sólo una reunión así puede completar, el corazón se dispara.
El barrendero filosofa, los mecánicos exponen teorías tan insensatas como creíbles, el gerente opina sobre la versatilidad intrínseca de las minas de hoy y el poeta le teme a las innatas propiedades de los espejismos: su eterna y terca efímera vida, y su eterna y terca inaccesibilidad.

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