martes, 22 de noviembre de 2011

De abducidores fracasados – Sergio Gaut vel Hartman


Los abducidores del planeta Tralfamadore llegaron de noche. Abdujeron un texto de Kurt Vonnegut que empezaba más o menos así: "Ahora todos saben cómo encontrar el sentido de la vida dentro de uno mismo. Pero la humanidad no siempre fue tan afortunada. Hace menos de un siglo los hombres y las mujeres no tenían fácil acceso a las cajas de rompecabezas que llevan dentro. No podían nombrar siquiera uno de los cincuenta y tres portales del alma. Las religiones de pacotilla eran el gran negocio". Quedaron tan impresionados que decidieron abducir a Kurt Vonnegut para que escribiera para ellos cosas tan impresionantes como la que acababan de abducir. Pero más impresionados quedaron al enterarse que KV había muerto el 11 de abril de 2007, por lo que llevaba fuera del juego ciento diecisiete años.
—Hagamos algo —dijo el jefe de los abducidores tralfamadorianos.
—Viajemos en el tiempo —propuso el cocinero, que solía tener ideas más brillantes que el resto—. Vayamos al 10 de abril de 2007. —El cocinero era brillante, pero poco práctico.
—Viajaremos en el tiempo —consintió el jefe—, pero al 11 de noviembre de 1961, cuando esté pasando por su mejor momento creativo.
Y allí fueron los abducidores tralfamadorianos, seguros de sus recursos tecnológicos, pero incapaces de ver que la idea de transportar a Vonnegut al futuro estaba viciada de nulidad.
—Encantado de conocerlos —dijo el escritor al ver a los simpáticos alienígenas—. Y está de más decir que los acompañaría a Tralfamadore de mil amores, pero tengan en cuenta que mi límite es el 11 de abril de 2007. Más allá de esa fecha no les serviré como abducido ni como nada.
—¿Conoce usted la fecha de su muerte?
—Siempre la he sabido. Creí que ustedes eran lectores de mis libros, además de protagonistas de uno de ellos. Por lo visto me equivoqué, como tantas otras veces.
Los tralfamadorianos, contritos, hicieron gestos de pesar que no convencieron a KV. El escritor, por su parte, se dio unos golpecitos en la cabeza con las puntas de los dedos. Y esperó la respuesta de los extraterrestres abducidores.
—No se nos ocurre nada que decir —se disculpó el jefe en nombre de toda la banda.
—Etcétera —dijo Vonnegut.
—¿Perdón?
—Etcétera. Es evidente que ustedes son unos extraterrestres de pacotilla. Y es mentira que han leído mis libros. “Etcétera” aparece seis veces en Payasadas. Lo utilizo como una generalización provocada por la droga que abarca la totalidad de mis dislates. ¿Saben quienes fueron Laurel y Hardy? Fueron unos tipos que hacían todo lo posible en cada prueba. Nunca dejaron de transigir de buena fe con sus respectivos destinos, y eso les hacía tremendamente divertidos y adorables. ¡Por favor! Déjennos en paz y váyanse a abducir a otra parte.
Los tralfamadorianos abandonaron 1961 con la cabeza gacha, y luego abandonaron la Tierra. Estaban tan deprimidos y avergonzados que ni siquiera advirtieron que el escritor les había robado el GPSHE. Desde entonces los alienígenas abducidores vagan por la galaxia y no llegan a ninguna parte.
Etcétera.

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