sábado, 8 de octubre de 2011

El aullido del diablo - Félix Esteves


La noche se detuvo. Se eternizaron las sombras y misteriosamente no salió más el sol. Una espesa niebla lo cubrió todo y ya no éramos capaces de reconocernos ni siquiera por la voz, porque la niebla era tan densa que había cambiado el desplazamiento del sonido, las ondas sonoras se desquebrajaban antes de llegar a su destino, la acústica no era la misma y todo sonaba igual. Aterrado por no ver a mis congéneres y por no reconocerles ni siquiera por sus voces, me dediqué a probar, a experimentar con el sonido del miedo... me apoderé como pude en aquella inmensa oscuridad de un punzón y empecé a clavarlo a todo lo que podía detectar que se moviera en las tinieblas. Entonces descubrí que los sonidos cambiaban, unos eran agudos alaridos, algunos eran susurros lastimosos como un llanto ahogado, otros ecos guturales, reverberaciones velares como los fonemas de la k y la g, ningún sonido del miedo y de terror se confundían , cada uno era distinto y entonces me pregunté que cómo sería mi voz frente al terror y la cercana muerte, empecé a preludiar y ensayar con mi cuerpo, el filo del punzón atravesó primero mis muslos, y no emití sonido alguno, la reacción muda acrecentó mi morbo y con frenesí, violento y placentero arrebato profane todo mi cuerpo... tendido en el piso aún sin emitir sonido alguno, ni siquiera el murmullo de un cansado suspiro salió de mi boca... repentinamente las tinieblas desaparecieron, en ese instante reconocí que había sido un instrumento del mal, entoces mi garganta expulso un grito de extremo temor y así descubrí muy tarde el aullido del Diablo.

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