—Poné bien el brazo, Martín. —Laura vestía a su hijo. El niño estaba parado sobre una silla. Jugueteaba con la mochila—. A ver, a ver… eso, quedate quieto un ratito. —Comenzó a abrochar el guardapolvo. Laura canturreó—: Tira con tirita y ojal con botón, y ojal conbotón, y… ojal conbotón. —Le dio un beso en la punta de la nariz y con suavidad lo bajó de la silla—. Ya está, mi muchacho.
Martín sonrió. —El abuelo dice igual cuando me saca el guardapolvo. —Rápido, abrió un cajón del armario de la cocina. Sacó un paquete de pastillas que guardó en la mochila—. Al abuelo le gustan, ma. Son de menta.
—Vamos, vamos, pichón. —Apagó la luz y cerró la puerta.
Afuera clareaba. Subieron al Fiat. Laura miró el reloj. —Otra vez se me hizo tarde —murmuró.
—¿Qué, ma? —Martín estaba sentado en la parte de atrás.
—Nada, nada.
El tránsito era intenso a esa hora de la mañana de viernes. —¡Me cacho! —Golpeó el volante—. El segundo semáforo que pierdo.
Cuando llegaron a la casa del abuelo, la luz de la cocina estaba encendida. Laura creyó ver la silueta de su padre. Ella y el niño cruzaron el jardín. Laura abrió la puerta con su llave.
—Dale un beso al abuelo. Decile que estoy apurada. Chau, chau, portate bien. —Cerró la puerta.
A las dos de la tarde, Laura cruza el jardín. Le extraña no percibir el olor a estofado que su padre acostumbra preparar los viernes. Ella ingresa a la casa. Martín está sentado en un sillón de la sala. Mira la televisión. Tiene puesto el guardapolvo y en la mano sostiene parte de una galleta.
—¡Martín! ¡¿Y el abuelo?!
El niño la mira somnoliento. Se apoya el índice en los labios: —Shh… El abuelo duerme. Todavía no se despierta.
Imagen (fragmentos): Poppies, de zzen en deviantArt
1 comentario:
Ay. Terrible.
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