El sacerdote maya sonrió socarronamente. —Así que el Cordero —dijo—, es el único que puede abrir uno a uno los sellos de un libro inaccesible para todos los demás.
—En efecto —aceptó el gigantón que había pedido la entrevista—. Eso dicen los cristianos.
—Bien; comeré guiso de cordero. ¿Los cuatro primeros sellos originan a los jinetes del Apocalipsis y los sellos cinco y seis originan cataclismos?
—Exacto.
—¡Ridículo! Esta gente no tiene noción de lo que es un verdadero show. Entre el sexto sello y el séptimo renace la esperanza con la promesa de que ciento cuarenta y cuatro mil serán los elegidos. Suenan las trompetas, etcétera, etcétera y el libro concluye con la visión final de la Nueva Jerusalém. ¡Estupideces!
—¿Tiene una versión mejor?
—¡Claro! Nosotros sostenemos que el cosmos está compuesto por trece cielos en capas, superpuestos y cada uno de ellos está presidido por un dios llamado Oxlahuntikú. Bajo la tierra hay otros nueve cielos, también en capas, controlados por los dioses llamados Bolontikú. Sabemos que el 21 de diciembre de 2012, cuando finalice el decimotercer ciclo B'ak'tun en la cuenta larga del calendario maya, tendrá lugar un cambio importante en el orden mundial, el fin del mundo, tal como lo conocemos.
—Interesante. ¿Y qué tal si le digo que dos días antes se producirá el Ragnarök, la batalla del fin del mundo?
—¿No me diga? ¿Y quienes se enfrentarán en esa batalla?
—Esta batalla será entre los Æsir, o Ases, liderados por Odín, y los jotuns liderados por Loki. No sólo los dioses, gigantes, y monstruos perecerán en esta conflagración apocalíptica, sino que fenecerá la especie humana y casi todo en el universo será destruido.
De pronto se oyó el golpe de unos nudillos en la puerta y un fantasmal personaje, ataviado con un largo lienzo blanco, ingresó a la sala.
—Soy Mahomed Ibn Shaprud Kemal Abdel a-Lamin. Vengo a informarles que los islámicos tenemos una versión levemente diferente de estos asuntos, y les garantizo que prevalecerá sobre las de ustedes.
El sacerdote maya y el chamán vikingo contemplaron perplejos al recién llegado. —¿Cómo es eso? —preguntaron al unísono.
—Al Mahdi, El Elegido, vencerá a Al Dachal, El Mal en Persona, dando lugar a una época de esplendor, una edad dorada similar a los mil años de paz que proclama la fe cristiana y señala el Apocalipsis, pero de verdad, no como metáfora. Las masas, subestimadas y dominadas, tomarán el poder mundial y controlarán las riquezas. La justicia será respetada, los caminos se volverán seguros y las bendiciones se derramarán sobre el planeta. Los árboles darán abundantes frutos y la atmósfera de la Tierra será fragante, luego de que Alá le revele los tesoros de la Tierra a los seguidores del Islam. Todo esto sucederá cuando ustedes no sean más que polvo olvidado.
El musulmán quedó en silencio, disfrutando la incapacidad de los otros para refutar sus palabras. Ese fue el momento aprovechado por un personaje que había permanecido en silencio, hundido en un sillón y sosteniendo un habano en una mano y una copa de brandy en la otra.
—¡Chiquillos, chiquillos! ¿Acaso imaginan que el Padre Celestial, mi jefe, iba a pasar por alto esos detalles? ¿Creen que armamos todo este proyecto para que se venga abajo porque ustedes son unos ineptos? Nononó. Fantaseen todo lo que quieran; el mundo no se termina.
—¿Quién es usted? —gritaron el maya, el vikingo y el musulmán.
—¿Yo? Yo soy Salomón Vendersky, un comerciante de Corrientes y Pasteur, pero como el negocio no iba muy bien me ofrecí —y fui aceptado— para llevar aquí abajo algunos asuntos de arriba —concluyó señalando el techo.
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