Teresa mira de reojo, una vez más, la taza tirada en el piso. Está rota. La taza de cerámica china, o ¿tailandesa? la rompió ella. No miró, nunca mira, pasa corriendo siempre, como una tromba, eso dice la tía y tiene razón. No es como Julita o como Armandito, que son menores pero más compuestos. Por qué los llevaron a vivir con la abuela. Por qué sólo ella se quedó allí. Espanta los pensamientos con un estornudo y trata de concentrarse en una salida. Empuja los ojos lejos de los destrozos y observa alrededor buscando algún resquicio para esconder la falta, mientras piensa en una excusa válida que haga más ligero el previsible castigo. Tal vez si sale al patio y la entierra en los platanales. O la mete en el horno viejo, el que no se abre hace años, porque huele a ratón muerto. Tiene que apurarse, los niños vienen de visita y les encanta armar cuentos a conveniencia; cuentos incompletos como los pedazos que se esmera en contar uno, dos, tres, cuatro, falta ese trozo de asa, dónde está.
De todos modos se darían cuenta. ¿Quién se atrevería a pegar una taza de cerámica china esperando que los demás no lo noten?
Agarra un pedacito y se entristece de pronto. Quizás un chino en algún lugar de China diseñó esa taza y luego otro chino la hizo y quizá no le pagaron bien a ese chino que tiene una familia como la de ella, pobre, pero más pobre; una familia que no puede permitirse tener tazas, ni siquiera chinas. Porque hay en el mundo gente más pobre que ellos, según la abuela, aunque la tía no crea que son pobres. A la tía le gustan sus tazas finas, sus pañuelos de seda y sus lámparas de cristal de bacarat.
Ahora la taza está rota, la favorita, ella la rompió y vuelve a mirar alrededor sin ubicar un túnel de escape. ¡Qué difícil puede resultar esconder una simple taza rota! Tal vez eso pasó con sus padres, rompieron algo tan grande y tan difícil de ocultar que tuvieron que esconderse ellos y la dejaron sola para encargarse de este desorden, para tratar de pegar los pedazos de una familia que es como esa taza para la que no encuentra escondite. Quizás ellos encontraron el túnel. Habrá que comenzar a excavar.
3 comentarios:
Me parece conmovedor el peso de la culpa y el modo de expresarlo a lo largo de todo el texto. Esa mirada hacia atrás, hacia lo roto, lo perdido y lo no reparable, en contraste con la indefensión de la niña, deja un desasosiego tan memorable como la amenaza de ese mundo exterior e incomprensible, donde ni la pobreza es un concepto sólido.
Me ha gustado mucho.
Abrazos.
Muy bueno
Muchas gracias por leer y por dejar sus comentarios, este lugar para mí representa nutrición y crecimiento
:-)
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