miércoles, 3 de agosto de 2011

A toda velocidad – Javier López


El repartidor llamó a la puerta. Tres mujeres de aspecto abandonado asomaron a la vez para recibirlo.
—Traigo un pedido para ustedes. Les advierto que son cajas bastante grandes. ¿Hay sitio en la casa donde almacenarlas?
—Si no hay, ya nos arreglaremos —gruñó Nona, la más pequeña de las hermanas—. Pero pase, pase. Estamos deseando poner en funcionamiento esa máquina. El transportista y su ayudante tardaron unos minutos para entrar en la casa las diferentes cajas que componían el moderno telar computerizado.
—Pues ya está todo. ¿Puede firmarme aquí? —y señaló el lugar en el albarán.
—Naturalmente —contestó Décima mientras dibujaba un garabato sobre el papel. Tardaron varias horas en finalizar el montaje. Ellas no sabían nada de tecnología y las instrucciones no eran muy claras. Pero, al fin, funcionó.
—Ahora van a enterarse esos humanos de lo que es vivir a toda prisa —dijo entre risas malvadas Morta, la tercera de las Parcas, presionando el botón de puesta en marcha. El telar comenzó a funcionar, a toda velocidad.

1 comentario:

César Socorro dijo...

Un final terrorífico. Las Parcas y la tecnología, una mala combinación.