La mujer entró a la casa sigilosamente, pero cuando encendió la luz vio que el marido estaba sentado a la mesa, delante de un plato vacío y con cara de pocos amigos.
—¿Me demoré un poco, verdad? —dijo ella.
—Bastante —dijo él.
—¿Estás enojado?
—¿Qué te parece?
—Tenés razón; soy una porquería.
—Si vos lo decís… A confesión de partes, relevo de pruebas.
—Me estoy viendo con otro persona, Felipe Agustín; no puedo seguir ocultándotelo. No soy una persona de las que puede sostener una mentira eternamente.
—¿Otro hombre?
—No, una mujer. Me veo con Isabella.
—¿La dominicana? ¿La negra?
—Con ella. Sos repugnantemente racista, ¿sabés?
—Lo sé. Y machista. Aceptaría que me cambies por otro hombre, pero por una mujer…
—Me lo imaginé. Pero tenía que ser sincera con vos…
—Pero eso no es lo peor, guacha de mierda, basura del orto, ¡puta reputa, y la concha de tu madre!
—¿Vas a empezar con los insultos? Yo fui sincera con vos.
—Y yo voy a ser sincero con vos. Tu actitud me jode más de lo que te podés imaginar.
—Lo siento.
—Lo sentís. Laura Inés de la Garza siente en el alma meterle los cuernos a su marido con un sorete negro y feo.
—Sí, lo siento. No me dejaste alternativa. Tiene un límite lo que una mujer puede soportarle a un bruto fascista, ignorante y maltratador.
—Eso incluye que no me hayas dejado la comida preparada, ¿no es cierto?
4 comentarios:
me encantan estos cuetnos breves, y en especial con una cuota de ¿humor negro, sería?... Felicitaciones
Sincericidiamente genial, Sergio...!
Un poco de humor negro, unas gotas de humor verde solapado, algo de humor rojo implícito (porque eso no puede terminar sin sangre).
Gran encontronazo conyugal.
Divertido y con excelente remate final a GOOL.
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