Sueña con matar lentamente en una mañana tranquila. Con parsimonia ordenar los instrumentos de tortura, clasificarlos según su uso y oportunidad. Con ojo experto inspeccionar el territorio. Todo cuenta: el viento, la temperatura, la hora del ataque. Y el mayor placer: elegir cuidadosamente a su víctima, (aunque nunca se sabe, puede haber sorpresas). En ese paraíso ensoñado, estudiar con paciencia las costumbres, las recorridos, las rutinas de sus presas. Lo cautiva su pasividad, el engaño inesperado. Sueña con alcanzar esa serenidad tan ausente aquí. Tender la trampa, apoderarse del trofeo, someterlo a su voluntad suprema; si, en calma, respirando lentamente, de buen humor. No como ahora, cuando es tan oscuro el calabozo, cuando los guardias vienen por él para llevarlo a la horca. El verdugo silba, espera paciente. La cuerda, sin misericordia, lo atrapa, lo sofoca, el tirón lo levanta brutalmente fuera de la vida. Su última visión queda fijada en esa tranquila mañana de pesca.
1 comentario:
No pude evitar una cierta sensación de justicia poética.
Murió sintiendo algo muy parecido a lo que él inflingía a los peces.
Y si cavilas adelante del final ,no hemos rebasado el estado de ser parte de la cadena alimenticia en forma bastante animal.
De llegar a ser una realidad la reencarnación , sólo puedo desear pertenecer a otra escala biológica que no sea tan vulnerable.
Pero hasta ahora todo pertenece al misterio de la muerte.
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