Hoy tiré a la basura ese condimento para pizza que me diste, no porque te haya olvidado, sólo porque se rompió el frasco y había olor a mierda.
Mierda… me quedo pensando.
A la mierda… sigo pensando, mientras tengo cuidado de no cortarme con los pedacitos de vidrio que se meten hasta debajo de la heladera, pero ahí ni pienso limpiar.
Hasta que me mude no limpio, ni ahí, ni debajo de la mesa de luz, ni las ventanas del lado de afuera, ni arriba del botiquín del baño… no limpio una mierda. Mierda! En eso estaba. Guardé un frasco con condimentos que nunca usé, ni siquiera cuando estábamos juntos.
“Por qué no te metés el frasco en el orto, que te cocine tu vieja” pensé. Todo esto mientras te decía con cara de feliz cumpleaños “gracias, amor”.
Nunca lo usé la verdad, y me importa un pedo usar condimentos.
Con la sal me alcanza y me sobra.
Guardé el frasco durante… no sé cuántos años. Estaba ahí, en la mesada, perdido entre las ollas y sartenes, entre el aceite y eso que se usa para cortar con formitas a la zanahoria y al huevo que ni sé cómo se llama.
Barrer todo a la puta madre, vidrios y ese maldito condimento con olor a mierda.
Mierda… si, es una mierda. Tenerte en mi cabeza todavía y no saber por qué. ¿Por qué? Si lo único que me quedó de vos es este frasco, que ya ni es frasco. Ahora es un montón de pedazos que lastiman si los toco.
Por eso no los toco. Junto con la escoba y lo tiro a la mierda.
A vos te tiro a la mierda.
Hoy te tiro a la mierda.
¿Por qué el frasco no se partió en mil partes antes? Hubiese sido más fácil.
Tomado del blog: http://porsuerteorebeldia.blogspot.com/
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