lunes, 6 de junio de 2011

El entramado - Sergio Gaut vel Hartman & Javier López


La selva era tan húmeda como había vaticinado la adivina, que me visualizaba en una simulación sobre su bola de cristal. Había acudido a su consulta para que pronosticara si algún día yo iba a ser capaz de terminar la novela que me tenía ocupado las dos últimas décadas. Y veía bien, la vidente. Porque desde ese momento yo ya no estaba en su consulta, sino rodeado por la espesura que ella me describía. Mis huesos se resentían con esa humedad, sobre todo por la vieja herida de guerra que tenía desde la infancia. Una guerra con proyectiles de piñas aún verdes, cubiertas de un duro barniz resinoso, que impactaron en mitad de mi columna como si las hubiera lanzado un mortero.
Ahora recordaba al pequeño monstruo que me las lanzó, porque la humedad en la espalda me estaba matando. Deseaba encontrar lo que iba a buscar, recoger e irme a casa. Pero entonces una voz a mi costado derecho me hizo saber que no estaba solo:
—¿Qué hace usted? —El ornitólogo había aparecido de la nada y me vio con una enorme lupa tratando de descubrir algo entre los árboles.
—Buscando el hilo —respondí sin dirigirle siquiera la mirada, concentrado en el trabajo como es mi costumbre.
—El hilo, ¿qué hilo? En esta jungla el único hilo que conozco es el que segrega la mortífera rodeshia punctata.
—Oiga, habla usted como un vulcanólogo, ¿no dijo que era ornitólogo?
—Yo no dije nada. Quizá lo leyó más arriba.
—¿Leer qué? Yo no leo nada, ¿dónde podría leer algo en este lugar perdido?
—Perdón, pensé que estaba leyendo lo que escribo.
—¿Escribe? ¡Pero si el que está escribiendo esta historia soy yo!
—¿Cómo se atreve a decir eso? En realidad yo era el que buscaba una trama, hasta que apareció usted con su lupa buscando el hilo…
—Se lo discuto de aquí a Samarcanda. ¿Usted escribió que mis huesos se resentían con esa humedad, sobre todo por la vieja herida de guerra que tenía desde la infancia?
—Exacto. Cuando era pequeño vivía en Afganistán. Una esquirla de un proyectil soviético impactó en mitad de su columna.
—Lea lo que escribí al principio. Hablé de una guerra con proyectiles de piñas aún verdes, cubiertas de un duro barniz resinoso.
—Lo del mortero lo escribí yo.
—¡Como un mortero! ¿Usted ignora lo que es una metáfora?
—Yo no ignoro nada. ¿Quiere ver mis pergaminos?
—Aunque me mostrara sus papiros. ¡Ya me está cansando!
—¿Y qué me va a hacer? ¿Se siente capaz de eliminarme de la trama? —Habló con sorna, un acento burlón tan evidente que creí que perdería el control de mis actos. Pero por fortuna, en ese mismo instante, un hilo salvador cayó del cielo: la pitonisa apagó la bola de cristal y el ornitólogo desapareció como si hubiera sido fulminado por un rayo. Tuve suerte, porque ese tipo estaba de verdad dispuesto a robarme mi relato.


Sobre los autores: Sergio Gaut vel Hartman, Javier López

Imagen (recortes): Inkblot Sunbursts de Szeron en deviantArt

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