—Bienvenido al “desierto de lo real”, Leo. Te acabo de sacar de la Matrix. Eres el Elegido.
—¿La Matrix? —pregunté yo sorprendido, pues la Ciudad de la Habana acababa de desaparecer ante mis ojos—. ¿Qué es eso?
—El lugar donde has vivido toda tu falsa existencia hasta hoy, Leo —me dijo él—. Un engaño, una falacia virtual. La Matrix es una compleja realidad digital que ha estado conectada a tus sentidos desde tu nacimiento y... bla, bla, bla...
Estuvo hablando como 15 minutos seguidos, pero cuando terminó de explicarme yo estaba a punto de llorar de alegría. Según aquel extraño, ahora me encontraba fuera de la absurda realidad en la que había vivido durante 25 años. Todo había sido un mal sueño, una pesadilla demasiado larga.
—¿Quieres decir —le interrogué— que ya no tendré que tomar ese infernal bus metropolitano, siempre repleto de gente, para llegar al barrio suburbano donde vivo, ni tendré que asistir a las reuniones diarias después de cada turno de trabajo, ni tendré que hacer interminables colas de cuatro horas en los servicios públicos, ni...?
—Para, para, para —dijo el negro aterrorizado—, que vas a traumatizarme a mí también. Tranquilo. Te he sacado de la Matrix para asignarte una misión. Toda mi vida he estado buscando a esa persona. Ahora eres nuestro nuevo Elegido.
—¡Ah! ¿Pero ya tenían uno antes? —me interesé.
—Sí —dijo él con gravedad—. Pero Neo siempre fue muy flojo de piernas. Se nos enfermó de los nervios a los tres meses y... tuvimos que regresarlo a la Matrix.
—¡Que horror! —Dios mío, me estremecí con sólo pensarlo—. No te preocupes, compañero, que a mí NO se me van a aflojar las piernas. ¿Qué es lo que hay que hacer?
Me miró con aire misterioso, tosió con embarazo, y me puso una mano en el hombro.
—En honor a la verdad —sonrió—, la heterosexualidad no existe; es tan sólo otra mentira que inventaron las Inteligencias Artificiales para simular que la especie humana se reproduce.
Le miré preocupado. De repente muy consciente de su enorme y cariñosa manaza sobre mi hombro.
—Me temo que no te entiendo, amigo —dije tímidamente.
—No te preocupes, muchachón; ya te enterarás.
http://grupoheliconia.blogspot.com/2010/12/vladimir-hernandez-pacin.html
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