Fue en medio de ese recuerdo cuando escuchó el grito.
Distraída, la mujer trató de identificar el lugar de donde provenía.
Frente al altar, el novio había desaparecido. O, al menos, eso supuso ella. La novia había gritado y todos los demás, en silencio.
No supo de qué se trataba y le preguntó a la anciana que estaba a su lado. Entendió menos.
Luces extrañas circulaban por la iglesia. Hubiera preferido morir. O quedarse absorta en los recuerdos de la tarde pasada con ese hombre, cuyo nombre no quiso saber. Un hombre fuera de este mundo, se le antojó, casi como una epifanía.
Descubrió cierto parecido entre su amante ocasional y el novio, pero todos los hombres se parecen. Al pensar eso, se tranquilizó.
El grito y las luces la instalaron de nuevo en el presente.
Todos como petrificados al reconocer una extraña criatura en ese novio ejemplar. Miró con mayor atención al altar y divisó el monstruo cerca de la novia.
La transformación había sido rápida y repentina.
El barullo comenzó y los comentarios de los invitados y familiares. Todos aterrados. La mujer comprendió, entonces, que siempre se ocultan cosas cuando uno se casa.
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